Me pareció curioso cruzar el semáforo y presenciar una mascota, el mejor amigo del hombre, que quedó firme en sus cuatro patas con su hocico al frente sin vacilar, esperando que su dueño, quien había soltado la cuerda y avanzado unos pasos, se diera cuenta de lo sucedido y regresara para volver a llevarlo. En el momento perfecto para escapar y buscar la libertad, el bello cachorro, mostró con su pose la seguridad y la absoluta certeza de que sabía a quien seguiría sin ningún temor, optó por mantenerse a la espera de su dueño y cuando éste afortunado se volteó; ambos continuaron la marcha, eso sí, orgullosos de esa fidelidad mutua.