(Diálogo)
(Ella):
¿Quién eres?
¿Por qué me persigues?
Me buscas y me encuentras
No me puedo esconder.
¿De dónde has venido?,
¡No detengas tu viaje!
Aquellas palabras fueron muestra de mi dolor,
pero ya ha pasado.
¿Te quedarás?
¿No tienes promesa que cumplir,
ni desafío que encarar?
¿Tu corazón se ha detenido?
No estás preso,
¡Sigue!
No preocupes tu conciencia,
ni se inquiete tu pensamiento.
Yo continuaré el camino;
El destino,
trataré de no afligir más mi corazón
recordaré tus sabias palabras.
(Él):
No me encontraste por simple curiosidad.
He buscado la ocasión para hablarte, sin embargo,
pese a las oportunidades; pensé que sólo el dolor;
podía mostrar tu corazón puro; un poco fatigado.
Así pudiste verme;
cuando la carga de tus orgullos se desvaneció;
allí, entonces, te hablé
y desde aquel sitio nació algo en ti que te une a mí.
Vine para encontrarte
y desde ahora no faltaré a tus citas.
Te esperaré siempre, aunque no me procures.
Aquí estoy.
No llevaré sino tu corazón y tus preocupaciones.
Traigo lo necesario para que vivas,
te traigo mi amor.
¿Mi nombre?, mi nombre es Jesús.