En todo tiempo

Me pareció curioso, al bajar del tren, notar como mis pasos se acoplaron al ritmo de una hermosa sinfonía. Provenía de un violín y era ejecutada por alguien bien diestro en tocar esas cuerdas y también corazones. Conforme me acercaba, se escuchaba más fuerte y al llegar a la esquina más musical de la estación (donde he visto desfilar varios artistas desconocidos que nunca han coincidido en sus presentaciones, pareciendo conocer bien el calendario; si es que existe), me encontré con el músico que interpretaba la pieza y también con su acompañante. No se trataba, precisamente, de un dueto, sino una singular pareja, donde el primero deleitaba con su arte y la segunda, su mujer, una señora elegante y muy centrada, cumplía quizás una tarea simple como la de pasar página a la partitura musical, algo muy importante para él por lo que se veía tranquilo y disfrutando. Sabía que nadie le acompañaría mejor, por su parte, ella mostraba en su serenidad la confianza que le tenía, la admiración y sobre todo entendía que este acto era parte del llamado y el compromiso que había aceptado en décadas pasadas, de ser su ayuda idónea, su complemento perfecto sin importar los tiempos. Sin duda, una aventura más, llevando la música a un espacio diferente entre ruidos y transeúntes, animando las horas de los pasajeros y sobre todo acompañándose en otro escenario de sus vidas.